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Las elecciones en Estados
Unidos constituyen un proceso político de alta complejidad en el que inciden
simultáneamente múltiples factores y actores en un contexto socio-histórico
determinado. En tiempos de comicios presidenciales, la dinámica política nacional
centra la atención principalmente en las características y posibilidades de los
candidatos, sus actividades electorales, las propuestas políticas de las
campañas, el financiamiento y la recaudación de fondos, así como las
estrategias de comunicación que tienen como piedra angular el posicionamiento
en las redes sociales.
En esencia, todos los
esfuerzos están dirigidos a conformar una coalición de votantes que les
garantice a los aspirantes obtener los votos electorales necesarios para llegar
a la Casa Blanca. En ese sentido, los equipos de campaña de los candidatos
presidenciales trabajan intensamente por energizar a su base política más
sólida, cautivar a segmentos del electorado que están indecisos y también
realizan múltiples maniobras para evitar que potenciales votantes asistan a las
urnas. Es una combinación de retórica, manipulación, seducción y promoción del
odio que se ha convertido en instrumento esencial en la campaña de Donald
Trump.
Toda esta embestida y
sobresaturación política está dirigida principalmente a los posibles votantes
que podrían convertirse o no en electores el 3 de noviembre del 2020. Teniendo
en cuenta estos elementos, resulta relevante para cualquier análisis sobre las
elecciones en Estados Unidos comenzar por delimitar, en términos generales, las
principales características de los que se califican como los votantes
registrados. Este punto de partida nos permitiría aproximarnos a responder una
interrogante clave: ¿quiénes son los posibles votantes?
Según el estudio más
reciente del Centro de Investigaciones Pew de Washington, el 34% de los
votantes registrados se identifican como independientes, el 33% como demócratas
y un 29% como republicanos, lo que consolida la tendencia de los últimos ciclos
electorales de que la mayoría del electorado no tiene confianza en ningunos de
los partidos tradicionales. Los resultados de la investigación también
arrojaron que dentro de ese sector de independientes, el 49% se inclina por el
Partido Demócrata y el 44% por el Partido Republicano. Estos datos sugieren, en
principio, que la base política demócrata es más amplia que la republicana pero
solo por estrecho margen.
No obstante, todos estos
números son relativos y no son capaces de medir factores subjetivos como el
entusiasmo dentro de estos sectores y tampoco en qué medida estas inclinaciones
pueden modificarse hacia un candidato u otro antes de noviembre. Por lo tanto,
las cifras solo adquieren sentido cuando se ubican en el contexto específico
donde transcurren las elecciones. La grave crisis nacional que vive Estados
Unidos que se expresa fundamentalmente en el impacto devastador contra la salud
pública de la COVID – 19, la recesión económica, las manifestaciones por la
brutalidad policial contra la población afroestadounidense y la desastrosa
gestión presidencial, configuran un escenario interno que hasta el momento
favorece al candidato demócrata.
Por otro lado, el estudio
determinó que el 69% de los votantes registrados son blancos, lo que indica la preeminencia
de este grupo en el electorado estadounidense. En el caso de los
afroestadounidenses y los hispanos representan el 11% cada uno y los asiáticos
8%. Sin embargo, continúa la tendencia decreciente del segmento de la llamada
mayoría blanca atendiendo a que hace 20 años representaba el 85%. Los grupos
minoritarios en las dos últimas décadas han crecido del 15% al 30%. En el caso
de los hispanos, en ese mismo período de tiempo han triplicado su
representación en el electorado.
En este sentido, se
incrementa la diversidad racial y étnica en los votantes que tiene su mayor
expresión en el Partido Demócrata debido a que el 40% de los electores
pertenecen a alguna minoría (afroestadounidenses, hispanos, asiáticos u otros
grupos étnicos). Por su parte, la base del Partido Republicano sigue siendo
abrumadoramente de blancos debido a que solo el 17% pertenece a minorías. De
cara al futuro y dadas las profundas transformaciones sociodemográficas en esa
nación que es un proceso irreversible, esto constituye una debilidad
estratégica para este partido debido a que está llamado a adecuarse a las
circunstancias.
En cuanto al nivel
educacional, el 64% no tiene estudios universitarios y la mayoría de estos
electorales se concentran en el Partido Republicano. La investigación determinó
que el 57% de los votantes registrados republicanos tiene un nivel de
escolaridad por debajo de la enseñanza superior. En cuanto a la edad, el 17%
está entre 18 y 29 años; el 31% entre 30 y 49 años, así como el 52% tiene más
de 50 años.
Con respecto a las creencias
religiosas, el 64% de los votantes son cristianos (55% protestantes y el resto
católicos). Uno de los datos más llamativos es que el 28% de los electores se
identificó como no creyentes, lo que ha crecido en un 15% desde el 2008. Esta
tendencia indica un incremento acelerado de los votantes que no profesan
ninguna creencia religiosa que tiende a profundizarse en el corto y mediano
plazo.
En este contexto, se
evidencia un decrecimiento de protestantes evangélicos blancos (21% en el 2008
vs 18% en la actualidad, protestantes no evangélicos blancos (19% vs 13%) y
blancos católicos (17% vs 12%). En el caso del Partido Republicano, el 32% de
los votantes son protestantes evangélicos, lo que constituye una de los segmentos
más sólidos dentro de las bases del partido. Por su parte, el 38% de los
votantes demócratas son no creyentes.
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