Por:
Carlos Fazio
En medio de una sostenida violencia de corte paramilitar y terrorista que supera los 100 días de duración, la puesta en escena de la “consulta ciudadana” se dio en el marco de anuncios catastrofistas como el del diputado neofascista Freddy Guevara, de Voluntad Popular, quien aseguró en un canal de televisión que luego del “plebiscito” en contra de las elecciones para constituir la Asamblea Nacional Constituyente, “vendrá algo que nunca hemos visto en nuestro país”.
Guevara habló de un “levantamiento total”, que a juzgar por los manuales de la Guerra No Convencional del Pentágono dirigida a provocar un “cambio de régimen”, augura escenarios tipo Libia, Ucrania o Siria. Es decir, estaríamos en el inicio del estallido de una guerra fratricida entre venezolanos, con intervención de potencias extranjeras, mercenarios y grupos paramilitares.
Y es que más allá de los resultados ilegítimos y fraudulentos de la consulta, que fueron propagandeados urbi et orbi por la canalla mediática transnacional con fines de legitimación, el objetivo del plebiscito-trampa de la MUD sigue siendo el mismo: derrocar al presidente constitucional y legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro.
La también llamada “etapa decisiva”, es una nueva fase del golpe de Estado continuado o permanente que en los últimos tres meses ha sumido al país en una violencia caótica y desestabilizadora de nuevo tipo, que utiliza como forma de lucha política una metodología terrorista. Es decir, el uso ilegal, premeditado, calculado y sistemático de una violencia indiscriminada y letal contra población civil, para provocar miedo y un terror paralizante en la sociedad. Lo que ha sido combinado con sabotajes contra el sistema eléctrico nacional y centros de acopio de alimentos, y ataques a cuarteles que buscan generar desmoralización y provocar divisiones al interior de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Con apoyo de la beligerante jerarquía conservadora de la Iglesia católica local, convertida en una facción más de la partidocracia de la MUD; de un grupo de gobiernos derechistas de Europa (con Mariano Rajoy a la cabeza) y del hemisferio agrupados en la Organización de Estados Americanos (OEA) bajo la batuta de Washington, y de los principales periódicos, cadenas y conglomerados mediáticos del orbe que a diario reproducen la ideología dominante y la dictadura del pensamiento único neoliberal (The New York Times, The Washington Post , El País, ABC, el Grupo Clarín, O’ Globo, CNN, Televisa, BBC, Reuters, EFE y un largo etcétera); siguiendo tácticas psicosociales y político-militares de los manuales de la guerra asimétrica, irregular o híbrida del Ejército estadunidense, y en el marco de una intensificación de acciones bélicas de corte terrorista, la nueva escalada golpista del combo reaccionario pasa por la formación de un “gobierno de transición” paralelo, con un “gabinete de emergencia” que contarán con el aval de Washington y sus comparsas del mundo occidental.
Como admitió el disidente de la MUD Enrique Ochoa Antich, esa estrategia busca crear un “poder paralelo” al institucional y legalmente constituido de Nicolás Maduro, cuyo mandato concluye en enero de 2019; una suerte de “gobierno en el exilio pero adentro”, que podría degenerar en más violencia armada y polarización social y “en una guerra civil financiada desde el exterior, incluso con una intervención extranjera”
Además de ser una maniobra diversionista y engañosa para sus propios seguidores, el fraude plebiscitario de la MUD tuvo como uno de sus principales objetivos acentuar la deslegitimación internacional del gobierno de Maduro y convertir a Venezuela en una “Estado forajido” o “fallido” para justificar una “intervención humanitaria” de EU y sus aliados.
Los terroristas buenos y la canalla mediática
Para ello, en la fase anterior Washington y algunos países de la OEA −Canadá, México y Colombia con sus paramilitares incluidos−, han avalado las acciones de grupos terroristas y mercenarios que han utilizado artefactos letales como bombas, cocteles molotov, niples, guayas para degollar motociclistas, chopos, morteros, cohetones y armas de fuego contra civiles.
Es un terrorismo de nuevo tipo, que mediante campañas de saturación mediática de la prensa hegemónica se encubre bajo una apariencia de “movilización pacífica”; si fueran pacíficos no estarían armados ni lincharían o convertirían a sus víctimas en piras humanas; tampoco incendiarían hospitales y guarderías con niños adentro, ni destruirían toneladas de alimentos y productos de primera necesidad que iban a ser destinados a los barrios populares.
Tras la fracasada estrategia golpe de Estado-paro petrolero-abstención de 2001/2006, auspiciada y financiada por la administración de George W. Bush, desde las violentas guarimbas de 2014 hasta el presente Estados Unidos y los conglomerados mediáticos privados han logrado ganar la guerra simbólica en el exterior (pero no al interior de Venezuela), mediante matrices de opinión donde la violencia terrorista de la MUD siempre es válida y justiciera, y la respuesta gubernamental “represiva”, “dictatorial” o propia de un “Estado forajido” violador de derechos humanos.
Como señaló el lunes el canciller venezolano Samuel Moncada a propósito de la irresponsable cobertura falta de rigor lógico de las grandes corporaciones mediáticas
sobre las dos consultas del domingo: la chavista y la opositora, existió un “total desinterés en trasmitir la verdad”, ya que por el contrario se dedicaron a repetir un concepto muy practicado llamado “gaslighting” (o pote de humo), que consiste en sembrar información falsa para “hacer dudar a las personas sobre sus propias ideas, aislándolas de la realidad”. Sobre la consulta de la MUD añadió que “a nadie le interesa la verdad, lo que importa es el efecto, una operación de propaganda para manipular incluso a sus propios seguidores”.
Con el agregado que para montar esa ficción de lucha política seudodemocrática, las concentraciones violentas de la “oposición pacífica” siempre cuentan con camarógrafos y fotógrafos que operan como una virtual unidad de combate terroristas/medios, ya que las imágenes, sumadas luego a distorsiones (des)informativas y a la propagación de noticias falsas (fake news) y una narrativa sesgada e ideologizada de las redacciones, son un engranaje clave de las operaciones de guerra psicológica.
Al respecto, sirva como ejemplo de la manipulación (des)informativa las imágenes divulgadas por la agencia española EFE el domingo 16 (de las que se hizo eco el diario madrileño El País como parte de la misma maniobra confusionista), donde centros de votación del ensayo electoral constituyente del CNE fueron presentados como puntos de sufragio de la consulta de la MUD, bajo un pie de foto que decía: “EFE. Chavistas aguardan para votar en la consulta opositora”. (sic)
Tampoco es casual que en total sintonía con la hoja de ruta orquestada desde el Comando Sur por el almirante Kurt Tidd, que incluye la propuesta “integral” senatorial bipartidista del Congreso en Washington para la “asistencia humanitaria y la defensa de la gobernanza democrática” en Venezuela (encabezada por el demócrata Ben Cardin y el republicano Marco Rubio), los diarios mexicanos El Universal y Milenio hayan enviado reporteros a Caracas y publiquen este martes 18 sendos reportajes de corte similar: “Sin comida. La lucha de los más pobres” y “Venezuela hambrienta”.
La ExxonMobil y la hoja de ruta de Washington
La realidad es que en la coyuntura, tras decrecer el respaldo clasemediero a las protestas callejeras violentas y consolidarse el respaldo popular a la iniciativa presidencial de la Constituyente del 30-J, la MUD y sus titiriteros del exterior inventaron un mecanismo paralelo al referéndum constitucional.La pantomima opositora del domingo fue una consulta seudojurídica, anticonstitucional y viciada de nulidad, ya que la fórmula del “plebiscito” no existe en la normatividad venezolana vigente. Y según la Constitución –como ocurre en todos los países del mundo− todo acto comicial de envergadura nacional debe estar avalado, acompañado o realizado la máxima autoridad en la materia: el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Así, la consulta de la MUD fue un mero acto de manejo de expectativas políticas no sujeto a parámetros de control previo, ni en su ejecución ni posterior al mismo. Además, fiel al estilo piromaníaco de las protestas callejeras de la MUD, los cuadernos de la consulta fueron incinerados, lo que hace inauditable el conteo de electores y votos. Algo así como cometer fraude y quemar la evidencia.
Por qué el ex presidente de México, Vicente Fox, se prestó a esa tramoya mediática de la derecha violenta es de simple comprensión: el “cachorro del imperio” −como lo llamó el comandante Hugo Chávez en la cumbre de Mar del Plata, en 2005, por su espíritu lacayuno y servil hacia George W. Bush− lleva el sello reaccionario y antidemocrático en su ADN, amén de que debido a su militancia en el PRIAN: la conjunción neoliberal a ultranza conformada por los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN),está acostumbrado a los fraudes de Estado por “razones patrióticas”; es decir, aquellas que garanticen la vigencia del statu quo y las relaciones de dominación al servicio de la clase capitalista transnacional , a las que les cobra por sus servicios: ¡Sólo 250 mil dólares por avalar la consulta opositora del domingo!
En la interna de Venezuela, el plebiscito fraudulento del domingo (como parte del cronograma conspiracionista y sedicioso del Pentágono), tuvo como finalidad profundizar el desacato de la Asamblea Nacional y dar paso a un “gobierno de unidad” paralelo; servir como medio de legitimación de actos de sabotaje, paros de transporte y del sector petrolero para intentar colapsar la economía; profundizar la violencia callejera para paralizar e inhibir la acción gubernamental y un eventual control de territorios en ciudades importantes.
En ese contexto −a lo que se suma la huelga general de 24 horas del jueves−, la presión injerencista y el cerco político-diplomático del exterior es clave para legitimar una invasión extranjera por razones “humanitarias”, según anticipó el diputado Juan Requesens, de Primero Justicia.
La amenaza del presidente Donald Trump de imponer sanciones económicas y financieras ilegales y extraterritoriales a Venezuela si se realiza la elección para la Asamblea Nacional Constituyente el 30-J, a la que se suman la Unión Europea y la OEA con el inefable Luis Almagro y su Carta Democrática, cierran la pinza según lo diseñado hace dos años en la Operación Venezuela Freedom- 2 del Comando Sur.
En el campo de los poderes fácticos no pasan desapercibidas en esta “Hora 0”, el cabildeo intervencionista a favor de un “cambio de régimen” de dos actores con intereses geopolíticos diversos: la corporación petrolera ExxonMobil, de la que fue su histórico GEO el actual secretario de Estado Rex Tillerson y la jerarquía de la Iglesia católica venezolana.
La ExxonMobil ha invertido cuantiosos recursos para derrocar a Nicolás Maduro, financiando entre otros la campaña del presidente Trump y a senadores estadunidenses como Marco Rubio, Ed Royce, Ileana Ros y Bob Menéndez para que apliquen un paquete de sanciones económicas contra Venezuela y brinden apoyo a los “luchadores de la libertad” que han desatado la violencia terrorista en el país.
El financiamiento y la extorsión política de la Exxon se explican por la disminución de su influencia en la región latinoamericana, y en Venezuela en particular, debido a los acuerdos de cooperación energética y política de PDVSA con Rusia y China, acuerdos que son presentados en Washington como un problema de “seguridad nacional” de Estados Unidos, para acelerar la intervención del Pentágono.
El papa Francisco y sus ovejas descarriadas de la CEV
En relación con los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana, no llama la atención que en vez de servir de puente para el diálogo y la concordia y secundar la posición del papa Francisco, se sumen ahora al coro de los violentos y terroristas (igual que en el golpe de Estado del 11/A contra Hugo Chávez en 2002), con una declaración pública vergonzosa que constituye un llamado a desconocer al presidente constitucional y legítimo Nicolás Maduro.A nivel personal destacó por su enjundia rabiosa y neofranquista el presidente de la CEV, monseñor Diego Padrón, quien acusó al gobierno de intentar establecer en Venezuela “una dictadura militarista, marxista y comunista”. Como dice José Vicente Rangel, “los obispos se quitaron la careta”. Secundado por el cura que bendijo las armas “artesanales” de los foquistas que asediaron la base militar de La Carlota, Padrón y sus compinches ensotanados integran, como en el Chile de Pinochet y la Argentina de Videla, una facción más de la partidocracia nucleada en la MUD.
Resulta evidente que sin el factor violencia y el apoyo imperial, la conducción neofascista de la MUD carece de proyección mediática, en una coyuntura donde la correlación de fuerzas interna no le favorece, según se comprobó fraude mediante el domingo 16.
Nicolás Maduro y el chavismo bravío mantienen el poder asentado en una unidad cívico/militar con una férrea unidad de mando. A ello se suma el respaldo activo de las comunas y de colectivos populares organizados, y una milicia de 500 mil hombres y mujeres armados en todo el territorio. El gobierno constitucional cuenta, además, con recursos legales y con los organismos institucionales encargados de aplicarlos.
De allí que, frente al “carmonazo” en cámara lenta del presente y el anuncio de represalias por parte del jefe formal del imperio, es hora de cerrar filas y acompañar al pueblo bolivariano en su camino hacia la constituyente del 30-J, y de responder a Trump, en las palabras de Ernesto Villegas, con el muy chavista “¡váyanse al carajo, yankies de mierda!”
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