Antes que centrar el debate en por qué Cuba no asiste al Clásico con una selección unificada, habría que preguntarse por qué los cubanos no pueden jugar en las Grandes Ligas sin verse obligados a abandonar su país
Entre los cientos de criterios recibidos a propósito de la
pálida actuación de la selección cubana en el recién concluido 4to.
Clásico Mundial de Béisbol, muchos abogan por un equipo que incluya a
los peloteros de nuestro país que juegan en las Grandes Ligas de Estados
Unidos. No dudo de que esa nómina quizá hubiese llegado más lejos de lo
que pudieron los muchachos que llevó Carlos Martí.
Sin embargo, el «juego» no es tan simple. Nadie (y Cuba menos) quiere
competir en un torneo de tanta jerarquía como el Clásico sin su mejor
equipo posible. En un país donde el béisbol dejó de ser solo un deporte
para ascender a la categoría de patrimonio cultural, sería iluso pensar
que alguien no quiere ganar la medalla de oro. O al menos, luchar con
todo por ella.
Antes que centrar el debate en por qué Cuba no asiste al Clásico con
una selección unificada, habría que preguntarse por qué los cubanos no
pueden jugar en las Grandes Ligas sin verse obligados a abandonar su
país. ¿Quién lo impide? ¿Dónde está «trancado el dominó»? ¿Hay
soluciones? ¿Cuándo? ¿Cómo?... Algunas interrogantes tienen respuesta;
otras todavía.
Lo que debería ser un proceso natural para que atletas talentosos
mejoren sus prestaciones competitivas jugando en el circuito élite de
ese deporte en el mundo y puedan también vestir el uniforme de la
selección nacional de su país, ha estado lastrado por manipulaciones
políticas y el desconocimiento a las instituciones estatales cubanas.
La culpa, la maldita culpa
Si no fuera por el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto
por Estados Unidos a nuestro país, los atletas cubanos, de cualquier
deporte, pudieran tomar parte en los circuitos competitivos de aquella
nación sin someterse a regulaciones especiales.
Después de aprobada en septiembre de 2013 la Política de Ingresos
para atletas, entrenadores y especialistas del deporte, que incluye la
contratación en ligas profesionales, no habría más que rubricar el
acuerdo por el atleta, la respectiva Federación cubana y su contraparte
extranjera, y listo, a jugar.
Pero está el bloqueo, que no es una entelequia histórica. Que impide... Que tuerce los rumbos.
En el caso del béisbol, un jugador nacido aquí que quiera
desempeñarse en la Gran Carpa tiene que abandonar Cuba definitivamente
—ya sea de manera legal o ilegal— y fijar su residencia en otro país.
Vencido ese trámite, que dicho sea de paso, no es nada fácil y requiere
de recursos (e influencias), debe enviar los documentos a las oficinas
de las Grandes Ligas (MLB por sus siglas en inglés) para solicitar que
lo declaren agente libre, condición imprescindible para poder negociar
un contrato con alguna de las 30 organizaciones de ese circuito
profesional.
Ahí aparece otro obstáculo, como parte de las regulaciones extras por
el hecho de ser cubano. La Oficina de Control de Activos Extranjeros
(OFAC), subordinada al Departamento del Tesoro de Estados Unidos,
encargada de hacer cumplir las leyes del bloqueo, exige el quiebre
definitivo de los lazos con las instituciones oficiales de la Isla. Más
claro: nada de relaciones con el Inder y mucho menos con el sistema
bancario cubano.
Sin una declaración jurada del atleta que
confirme que se asentó en
un tercer país y que no volverá a residir en Cuba, no recibe el permiso
para convertirse en agente libre. A ningún pelotero de otra nación se le
exige desligarse así de su patria para jugar en la Gran Carpa.
Solo después es que su representante está autorizado a convocar a los
scouts de las 30 organizaciones de la MLB para que valoren las
herramientas del atleta y le hagan ofertas.
Fantasmas
Pero para llegar a ese momento, no son pocos los atletas que han
vivido historias de horror y misterio, víctimas de traficantes de
personas vinculadas a veces con cárteles del narcotráfico, que han visto
en ese proceso de salida ilegal y asentamiento en otro país un gran
negocio que les reporta jugosas ganancias consumado el fichaje con un
equipo de las Grandes Ligas.
Utilizan redes ilícitas para sacar a los jugadores de Cuba, a veces
hasta con la familia, y «gestionarles» los papeles (se ha detectado en
auditorías que algunos son falsos) requeridos para ser declarados
agentes libres. Todo, obvio, tiene su precio: les exigen porcentajes
elevados de los montos fijados en los acuerdos con las franquicias.
Y para cerciorarse de que el jugador no les dará «gato por liebre»
cuando rubrique el contrato, los traficantes han apelado al chantaje, la
retención en calidad de rehenes de los parientes, los pactos
concertados por adelantado con agentes deportivos involucrados también
en esos procederes mafiosos.
Poco a poco van saliendo a la luz pública escándalos que han obligado
a la justicia de Estados Unidos a tomar cartas en el asunto y a someter
a juicio a personas dedicadas al tráfico de peloteros cubanos. La otra
opción para llegar al que está considerado como el mejor béisbol del
mundo, es radicarse en territorio estadounidense, lo que requiere de más
de un año como mínimo y después someterse al Draft, que es el mecanismo
habilitado para los atletas amateurs de ese país y Canadá aspirantes al
profesionalismo y que no hayan sido contratados previamente. Pero esa
variante es la que menos desean los aspirantes, porque de ser elegidos
empezarían cobrando el salario mínimo.
¿Por dónde le entra el agua al coco?
Consciente de que las llaves del «candado» están en Estados Unidos,
el representante demócrata por Nueva York, José Serrano, presentó
infructuosamente al Congreso federal, en 2005 y 2013, un texto
encaminado a desbloquear las restricciones para facilitar la inserción
de jugadores cubanos en las Grandes Ligas.
Sin embargo, el presidente de la Federación Cubana de Béisbol,
Higinio Vélez, y el Comisionado de la MLB, Rob Manfred, han reconocido
públicamente en varias ocasiones, desde 2015, que existe un proceso de
negociación entre ambas partes.
En marzo de 2016, a propósito de la visita de Tampa Bay Rays a La
Habana, Manfred dijo «queremos una relación normal», aunque admitió que
es un asunto complicado.
Por su parte, Higinio hizo énfasis en esa ocasión en que Cuba no
quiere privilegios ni ningún trato diferenciado, solo que los atletas
puedan jugar allá sin tener que abandonar el país.
El pasado febrero, unos días antes de la salida de la selección
antillana hacia la gira asiática previa al Clásico, Higinio ratificó
ante la prensa que continuaba el diálogo.
Mientras, el Comisionado de la MLB ofreció una conferencia de prensa
el siete de marzo, en el estadio Tokyo Dome, y al ser interrogado acerca
del estado de las relaciones de su organización con la Federación
Cubana de Béisbol reiteró que seguían las pláticas, y adelantó que
esperaba que para el Clásico de 2021 la Isla pudiera convocar jugadores
contratados en las Grandes Ligas.
«Existe un diálogo de interés mutuo que continúa. Los principales
temas son la libre circulación de jugadores cubanos hacia las Grandes
Ligas y la posibilidad de que regresen a su país fuera de temporada»,
comentó.
También hay una gran expectativa de que, como parte de la
normalización de las relaciones entre La Habana y Washington, se logren
acuerdos beneficiosos para ambas partes en torno al béisbol.
Mientras, los scouts de las Grandes Ligas siguen elaborando fichas
técnicas de los cubanos. En las gradas del Tokyo Dome había cazatalentos
de las 30 organizaciones de la MLB. Uno de ellos elogió en diálogo con
JR las cualidades de los peloteros de la Isla, a pesar de la merma en
los resultados internacionales de los últimos años.
Algunos consideran que ese «espionaje» constituye con frecuencia el
principio para que los agentes deportivos y traficantes de personas
estimulen las salidas ilegales de peloteros cubanos.
Pero el experto rechazó esa opinión. «Nosotros ni ofrecemos dinero ni
alentamos las salidas ilegales. Eso nos conduciría a un proceso
judicial y a perder el trabajo. Nos concentramos solo en el estudio de
los atletas y los equipos», y descartó además que sus reportes caigan en
manos de traficantes de peloteros. «La información es solo para el
equipo al que uno se debe», apuntó.
Mientras el mercado de las Grandes Ligas siga cerrado para los
jugadores con residencia en la Isla, se augura que aumentarán
(¡enhorabuena!) los fichajes en la liga profesional japonesa, la segunda
de más jerarquía en el mundo. Franquicias de aquel país se interesaron
por algunos jóvenes que podrían sumarse a los jardineros Alfredo
Despaigne y Leonardo Urgellés y al pitcher Raidel Martínez, quienes ya
firmaron sus contratos para la próxima temporada, al amparo de la
Federación Cubana de la disciplina.
Queda esperar
por los resultados de las negociaciones con las
autoridades de la MLB. Hay mucho en juego sobre esa mesa. Antes que
hablar de un equipo unificado, es necesario que se abran las puertas de
las Grandes Ligas para los peloteros residentes en Cuba.
No obstante, los caminos deben centrarse en el fortalecimiento del
campeonato nacional y en otras transformaciones necesarias en el béisbol
cubano que garantizarían, sin dudas, que a los próximos clásicos
nuestro país acuda, como se dice en el argot deportivo, con un trabuco.
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