Nota de José Miguel_ ¿ Qué ustedes opinan de lo que pasaría ahora si en Cuba, Venezuela, Bolivia, o Ecuador las fuerzas policiales asaltaran una embajada ? Me imagino que la OEA, la hipócrita y desprestigiada OEA formaría tremenda algarabía, y solicitarían sanciones alos gobiernos de estos países, no creen ustedes ?. Pues vean esto sucedió en Cuba un dia como hoy en 1929. Cuando eso sucedió la OEA ni se dió por enterada, saben por qué ? Ahh porque se trataba de tirarle la tohalla a a la oprobiosa y sanguinaria tiranía de Fulgencio Batista. Les invito a leer el siguiente artículo que rememora aquellos hechos.
Los
sucesos del 29 de octubre de 1956 fueron silenciados por la prensa
internacional. Ese caso nunca se discutió en el seno de la Organización
de Estados Americanos (OEA), ninguna voz se alzó para condenarlo en el
Congreso estadounidense
Durante la tiranía batistiana, en Cuba no existió un
Estado de derecho. Ante el atentado a un alto personero del régimen, el
sátrapa y sus compinches reclamaban venganza y no los iba a detener la
inmunidad diplomática. El 29 de octubre 1956, después del mediodía,
comenzaron a llegar a los alrededores de la Embajada de Haití carros
patrulleros. Luego, de acuerdo con el relato de un testigo excepcional a
un periodista de la época, llegaron en un mismo automóvil, escoltado
por otros dos patrulleros, el brigadier Rafael Salas Cañizares, jefe de
la Policía Nacional, acompañado del coronel Orlando Piedra.
Ambos sabían que ninguno de los diez asilados estaba involucrado con
el reciente atentado, pero lo que les importaba era «dar un
escarmiento», como cuando en el Moncada se asesinó a prisioneros. Cuando
se cercioraron que dentro de la embajada no se hallaban los
representantes de la nación francocaribeña, Salas ordenó el avance de
sus hombres. Encabezándolos, traspasó la entrada. Violaba así los
convenios sobre inmunidad diplomática y asilo político suscritos con
Haití y tratados internacionales de los cuales Cuba era signataria. Pero
él, Salas Cañizares, estaba por encima de la ley.
Se dirigió hacia la puerta de servicio. En la cocina de la mansión
halló a la sirvienta. «¿Dónde están?», inquirió. La aterrorizada mujer
señaló con el índice la puerta del garaje. De ese local, donde se habían
acomodado los últimos cuatro asilados, salía en ese instante Secundino Martínez, El Guajiro. Entretanto, Salas se dirigía hacia el garaje.
Según relatara un testigo excepcional, el brigadier disparó primero.
Secundino, al recibir los impactos, cayó lentamente pero ya había sacado
el arma que llevaba siempre escondida en su ropa. El Jefe de la Policía
batistiana protegía el pecho con un chaleco antibalas pero su abdomen
quedaba indefenso. El Guajiro, agonizante desde el suelo, apretó el
gatillo. El esbirro se derrumbó, mortalmente herido, ante el estupor de
los subalternos.
Ya la jauría había entrado en la mansión diplomática disparando y
profiriendo alaridos. Solo Secundino, de los diez asilados, estaba
armado. Los restantes jóvenes revolucionarios fueron acribillados y en
escenas que prefiguraron las de Humboldt 7, seis meses después, sus
cadáveres sanguinolentos fueron arrastrados por las escaleras hacia el
jardín, donde yacían los restos de los cuatro del garaje.
Rápidamente el régimen accionó su aparato propagandístico y según
afirmaba, los diplomáticos haitianos habían pedido la intervención de la
policía. En un encuentro con la prensa del oficial al frente de las
investigaciones, un reportero le preguntó si Salas había actuado por
instrucciones de Batista. El vocero se atuvo a las instrucciones: «Eso
es lo que dice la nota». Santiago Rey, ministro del gobierno, resultó
más explícito: «Si lo que necesita tu revista es una confirmación, pon
ahí: sí, yo lo confirmo».
La embajada de Haití citó entonces a una conferencia de prensa.
Gustavo Borno, segundo secretario y encargado interino de negocios, negó
la versión del gobierno: «La embajada fue violada por la policía. La
situación de los refugiados en ella era muy clara. Seis contaban ya con
el salvoconducto de las autoridades cubanas. Los otros cuatro estaban
con aprobación nuestra… Era como si estuvieran en Haití»
.
El embajador haitiano Jaques Françoise intervino: «No es cierto, como
se ha dicho, que en esta residencia hubiera un campamento de armas.
Tampoco es verdad que se llamara a la policía».
Llevaron a los periodistas a un recorrido por la sede diplomática y
demostraron in situ que era imposible que los disparos procedentes del
garaje pudieran alcanzar a alguien en la puerta principal. Tampoco
podían impactar a alguien situado junto a la puerta de servicio. A menos
que las balas desafiaran las leyes de la Física.
Los sucesos del 29 de octubre de 1956 fueron silenciados por la
prensa internacional. Ese caso nunca se discutió en el seno de la
Organización de Estados Americanos (OEA), ninguna voz se alzó para
condenarlo en el Congreso estadounidense.
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