Por: José Miguel Vázquez.
Desde los días de la guerra en Angola. siempre había escuchado hablar del general de Brigada Raúl Díaz Arguelles, lamentablemente caído el 11 de diciembre de 1975 en una acción militar en ese país.
Pero realmente nunca tuve noción de la estatura de ese hombre, hasta que leí ayer en las edición de Granma el artículo de Gabriel Molina, titulado: El último combate y la fuga más espectacular.
Invito a todos que lo busquen y lo lean, es la trayectoria, de una figura extraordinaria que dedicó toda su vida a la causa de la Revolución Cubana y que escribió con us acciones combativas verdaderas páginas de gloria. Raúl Díaz Arguelles, hoy Héroe de la República de Cuba, fue uno de los artífices de la salvación de la República Popular de Angola.
Como bien dice el artículo, Díaz Arguelles fue " Un hombre genéticamente revolucionario y rebelde, infundía en todos sus compañeros la combatividad, la seriedad de vencer, y en entusiasmo para el cumplimiento de las tareas, jefe competente de valentía a toda prueba.y un verdadero compañero"
Vale la pena conocer la história de este gran combatiente, que por su ejecutoria se hizo casi irrepetible, padre ejemplar y cubano de ley.
les dejo con el artículo publicado hoy en Granma escrito por su propias hija Matacha Díaz Arguelles donde rememora momentos inolvidables de la vida de su padre.
Por Natasha Díaz Argüelles*
Natasha, la hija de Díaz Argüelles: Ha sido duro vivir sin su presencia
Dentro de pocos días se cumplirán 40 años de aquel fatídico día en
que una mina destrozó las piernas de mi padre, cortara su femoral y
falleciera en tierras angolanas.
No he olvidado nunca aquella noche en que nos dieron la noticia,
estábamos mis hermanas y yo en la fiesta de 15 de Carmen Fernández del
Busto, en el reparto Kohly. Aquella noche, muy larga para mí, nos
recogieron mi mamá, mi tía Mariana y Martha Machín, la secretaria de mi
papá por muchos años.
Una combinación de personas muy rara, por lo que pensé que algo
pasaba. Nos llevaron para nuestra casa, nos sentaron en el cuarto de mi
mamá y allí, de los labios de mi madre, brotaron las palabras: “Natasha,
¿te acuerdas de lo que hablamos la semana pasada?, tú papá sufrió un
accidente…” Sólo escuché hasta ahí, recordé aquella conversación que
tuve con mi mamá siete días antes, donde supe que mi papá no estaba en
Moscú estudiando, sino en tierras africanas luchando. Salí corriendo,
corrí mucho, quería yo también morir. ¿Qué sería mi vida sin él?
Esos son mis recuerdos, que persisten hasta hoy, de aquel día, de
aquel 12 de diciembre de 1975 cuando llegó la noticia de la muerte de mi
papá. Yo tenía entonces 16 años, mis hermanas 15 y 14.
Ha sido muy duro para mi seguir viviendo sin su presencia, sin sus
consejos, sin sus mimos, sin su sonrisa, sin sus regaños. Muy duro
continuar el camino, tropezando una y otra vez, deseando en ocasiones,
poder estar a su lado porque con él me sentía a salvo de todo.
Cuánto hubiera deseado que estuviera conmigo cuando concluí los
Camilitos, cuando me gradué de Licenciada en Relaciones Internacionales,
cuando me casé, cuando tuve a mis dos hijos.
Cuánto he deseado poder recibir sus enseñanzas, sus consejos. Guardo
con mucho cariño todas las cartas que me escribiera cuando estaba
ausente. Las leo y releo una y otra vez, y las lágrimas brotan de mis
ojos como caudalosos ríos.
Raúl Díaz-Arguelles García, fue uno de esos jóvenes que en el fogueo
de la lucha fue evolucionando y madurando sin perder sus raíces de
verdadera entraña popular, su jovialidad y perseverancia. No estuvo
nunca en el vórtice de las acciones, siempre se introducía en la
tempestad.
En 1952, deja sus estudios en Estados Unidos y matricula en la
Universidad de La Habana Ingeniería Civil, incorporándose a las luchas
estudiantiles. Integra el Directorio Estudiantil Revolucionario, y se
convierte en uno de sus combatientes más activos en la capital.
Realiza disímiles acciones en La Habana que le obligan a partir
clandestino a Estados Unidos. Pero no estará mucho tiempo, regresa con
sus compañeros del Directorio en la expedición del SCAPADE que abre en
la Sierra del Escambray un núcleo guerrillero.
Como conocía bien la ciudad, el alto mando del Directorio le pide
retorne a la capital para reactivar la lucha urbana. Allí realiza varias
operaciones de gran audacia, pero nuevamente acosado por la policía,
tiene que partir hacia las montañas e incorporarse a la guerrilla. Allí,
en el año 1958, es ascendido a Comandante, grados que le impone el Che.
Después del triunfo de la Revolución, ocupa diversos cargos en las
nacientes Fuerzas Armadas Revolucionarias que cumple a cabalidad.
La cima de su arte empero, la alcanza en el cumplimiento de misiones
internacionalistas. En ellas prestó un inapreciable servicio a la lucha
revolucionaria de pueblos hermanos y a los compromisos solidarios de
nuestro Partido y Estado. La fidelidad absoluta al Comandante en Jefe y
al Ministro de las FAR, marcó por igual a todos sus compañeros,
impregnados por el peso de su ejemplo.
Muchas misiones cumpliría Raúl Díaz-Arguelles en África: Guinea
Conakry, Sierra Leona, Somalia y las dos más importantes: Guinea Bissau y
Angola.
Durante el tiempo que mi padre permaneció junto a los revolucionarios guineanos, participó en las principales acciones combativas que se libraron contra el ejército colonialista portugués.
Sus conocimientos sobre el desarrollo de la guerra irregular y sus
cualidades como jefe guerrillero, disciplina, alto sentido de la
responsabilidad, el ejemplo personal, influyeron en las victorias
alcanzadas por el movimiento revolucionario guineano en su lucha por la
liberación nacional e hizo que se ganara el respeto y el cariño de los
combatientes y el pueblo de ese hermano país.
En Angola con idéntico ímpetu compartió esa capacidad combativa y su
ingenio con los guerrilleros angolanos logrando victorias históricas y
estratégicas.
La madrugada del 11 de diciembre, Raúl fue el primero en ponerse en
pie en su puesto de mando de Hengo. Estaba adaptado al clima húmedo de
las selvas y praderas africanas. Años antes se había acostumbrado a la
vida en campaña bajo las ásperas tormentas de la jungla de Guinea
Bissau, y salvo algunas características específicas, no vio diferencia
ni en los montes, ni en el clima, ni en las condiciones de la guerra,
con las privaciones que padeció en las montañas del Escambray, durante
la lucha contra Batista.
La propia acción de su existencia lo había convertido en un hombre
impávido a los cambios climáticos. La humedad sólo le afectaba su
tobillo derecho fracturado al escapar a tiro limpio del sitio donde
después de asesinar a dos compañeros la policía ocupaba en espera de
otros revolucionarios; el dolor era intenso
.
Pese haber sufrido grandes descalabros, los sudafricanos lograron
situarse en las aproximaciones de Conde, poniendo en aprietos a una
compañía de cubanos. Domingos da Silva ordenó entonces que avanzara la
tropa hasta Quisobe, donde debía cerrar el paso al enemigo.
Él y su Estado Mayor abordaron un vehículo de una pequeña columna de
blindados a la cual dio instrucciones de partir de inmediato a campo
travieso y ganar la aldea de Galange, con la finalidad de atacar a los
sudafricanos por uno de los flancos.
Después de realizar el avance por un terreno desfavorable, ocupan
posiciones en las cercanías de la aldea, comprobándose que el enemigo se
había retirado de allí. Al poco rato, Argüelles decide reemprender la
marcha para ir al encuentro de la compañía de Estebanell, sitiada por
los sudafricanos en las alturas de Hengo.
El puesto de mando de la columna viajaba en el cuarto vehículo VRDM en el orden de la marcha.
Pasaron un arroyuelo y la columna se detuvo en una pequeña curva del
camino, porque la exploración informa que se han detectado minas. Nadie
podía suponer que el blindado en el que viajaba el Estado Mayor estaba
detenido a pocos centímetros de una potente carga antitanque.
La labor de los zapadores fue dura y peligrosa. Ellos desbrozaron un
camino de muerte, sin embargo, cuando se ordenó reiniciar el avance, el
chofer del Estado Mayor, al hacer un giro de izquierda para coger el
centro del camino, cae en la mina. Se produce una explosión horrenda. A
Domingos da Silva, seudónimo utilizado en Angola por mi padre, le
destroza la metralla las piernas y le corta la arteria femoral.
Se inicia entonces la odisea del grupo de hombres que cargan su
cuerpo, aún con vida y consciente, sobre el rompeolas de otro carro, que
abriéndose paso en la selva tratan de salvarle la vida.
Su caída causó gran consternación entre los patriotas angolanos y los
combatientes cubanos para quienes encarnó y aún encarna las mejores
cualidades de un revolucionario y un ejemplo a seguir.
Los que sobrevivieron a aquel día funesto dicen hoy, que no recuerdan
haber pasado un momento más amargo en la guerra de Angola. Aun los más
acostumbrados al penoso andar de la guerra, sintieron que aquella
pérdida les remordía los sentimientos, aunque nunca les habría estado
permitido exteriorizarlos en tiempos de beligerancia.
Su imagen, su ejemplo, su vida, siguen vivos ante mí. Sus compañeros
de entonces, resaltan sus extraordinarias cualidades como jefe militar y
también su sensibilidad humana, su permanente preocupación por los
problemas de sus subordinados, su sencillez y honestidad y cómo les
imprimió el espíritu de sacrificio, responsabilidad y abnegación con que
cumplió todas las misiones que le fueron asignadas por el alto mando de
las FAR, la dirección del Partido, el Gobierno y el Estado Cubano.
Por sus características, es lógico suponer que hubiera conservado su
carácter afable y su energía y firmeza. También puedo imaginarlo
enternecido viendo crecer a los nietos que no conoció.
Fue un gran honor para mí recibir el pasado 11 de noviembre la Orden Héroe de la República de Cuba en nombre de mi padre. Agradezco a la alta dirección del gobierno cubano y muy en especial al general de ejército Raúl Castro Ruz por pensar en él.
Acompáñennos no sólo en el recuerdo de mi padre, sino también en su
legado y en el de los miles de cubanos caídos junto a él, en tierras
africanas y cubanas, por la liberación de los pueblos y les pido que no
renuncien a continuar la lucha, porque la única opción que tenemos es la
victoria. Como dijera nuestro Comandante en Jefe:
“De este modo, el patriotismo y el
internacionalismo, dos de los más hermosos valores que ha sido capaz de
crear el hombre, se unirán para siempre en la historia de Cuba”.
*La autora es la hija del General de Brigada Raúl Díaz Argüelles,
quien recientemente recibió post mortem el título honorífico de Héroe
de la República de Cuba. Actualmente es la Consejera cultural de la
Embajada de Cuba en España.
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