Por: Nicanor León Cotayo.
Con el intento de frenar la caída de más fango sobre sus antecedentes, devolvió dinero enfilado a su campaña presidencial.
Salpicado por un historial obsceno, el senador floridano reintegró fondos acumulados para su incierta cruzada electoral de 2016.
¿Motivo? Porque exceden los límites formalmente autorizados para trajinar en esos espectáculos.
Así lo informó este martes el sitio Miamidiario, puntualizando que la cifra llega a unos 23 000 dólares.
Otros 27 000, destinados a las últimas primarias para el Senado, serán reclasificados con la vista puesta en las presidenciales.
Esta suma de dinero responde a cuestionamientos de la Comisión
Federal de Elecciones (FEC), luego de estados financieros trimestrales
presentados durante 2014.
Una de las funcionarias de campaña de Rubio, Lisa Lisker, respondió así a tal imputación:
Una de las funcionarias de campaña de Rubio, Lisa Lisker, respondió así a tal imputación:
Ni su comité de campaña (Marco Rubio para presidente), ni su Comité
de Acción Política (Rubio Victory), han visto contribuciones excesivas o
entradas duplicadas.
Casi a mediados de 2014 le advirtieron al tesorero de la campaña de Rubio, Keith Davis, que habían recibido “donaciones” por encima de la cifra establecida.
Casi a mediados de 2014 le advirtieron al tesorero de la campaña de Rubio, Keith Davis, que habían recibido “donaciones” por encima de la cifra establecida.
Solo una de ellas, a cargo de Ned Lautenbach, la excedió en 7 600 dólares.
Junto a eso, otras notificaciones indicaron aportes que superaron los
6 500 y 18 800 dólares entre julio y octubre del mismo año.
La tesorera Lisker defendió a su jefe, Rubio, alegando que ellos no habían recibido informaciones de la FEC.
La tesorera Lisker defendió a su jefe, Rubio, alegando que ellos no habían recibido informaciones de la FEC.
"Se descubrió recientemente mientras se revisaban las presentaciones del comité en el sitio web de la FEC", escribió Lisker.
Aparentemente, agregó, nadie examinó los datos electorales enviados a la Comisión hasta que el Washington Post revelara donaciones excesivas.
En 2012, el tesorero Keith Davis llegó a un arreglo con la FEC después que esta les descubriera la aceptación de 210 173 dólares en contribuciones de ese tipo para las elecciones generales en que Marco Rubio fue electo senador.
La Comisión también increpó a su equipo debido a que no devolvió las donaciones ilegales dentro del tiempo asignado.
En 2012, el tesorero Keith Davis llegó a un arreglo con la FEC después que esta les descubriera la aceptación de 210 173 dólares en contribuciones de ese tipo para las elecciones generales en que Marco Rubio fue electo senador.
La Comisión también increpó a su equipo debido a que no devolvió las donaciones ilegales dentro del tiempo asignado.
Y junto a lo dicho le impuso una multa de 8 000 dólares y salvaguardas para aminorar errores similares en el futuro.
Fue en ese contexto que observadores incursionaron de manera sintética sobre la vida del senador floridano Marco Rubio.
El 19 de junio de 2012 presentó en ciudades de Estados Unidos su autobiografía, An American Son (Un hijo americano).
Marc Caputo, periodista de El Nuevo Herald, dijo entonces que se trataba de una figura nacida en Miami de “padres exiliados”.
Sin embargo, a renglón seguido matizó la afirmación apuntando, “hijo de inmigrantes”.
El 19 de junio de 2012 presentó en ciudades de Estados Unidos su autobiografía, An American Son (Un hijo americano).
Marc Caputo, periodista de El Nuevo Herald, dijo entonces que se trataba de una figura nacida en Miami de “padres exiliados”.
Sin embargo, a renglón seguido matizó la afirmación apuntando, “hijo de inmigrantes”.
The Washington Post desmintió el supuesto exilio al probar que ambos salieron de La Habana hacia Estados Unidos en 1956, fundamentalmente por razones económicas.
Más tarde se conoció que la historieta alrededor de esa supuesta heroicidad de sus progenitores fue cocinada en la oficina de su hijo en el Capitolio.
Pero en su autobiografía Rubio evade toda responsabilidad en el hecho y la vuelca sobre un empleado que “por error” lo incluyó en su computadora.
Sobre la Cámara Alta del Congreso federal se atrevió entonces a decir:
“A veces me siento como si hubiera entrado en una compañía de teatro donde cada voto y cada declaración están calculados para su máximo efecto político, en lugar para el beneficio público”.
Hasta el diario The Wall Street Journal le aconsejó que evitara escándalos como los que provocó en Miami al emplear tarjetas de crédito del Partido Republicano para solventar gastos personales.
En su libro An American Son trata de justificarse: Mi torpeza para la contabilidad me costó cara.
La prensa –adujo- sostuvo el tema durante mi campaña al Senado federal, cuando sugirió que yo me embolsé dinero de mi comité de finanzas para adquirir artículos personales.
“No era cierto”, “pero yo había ayudado a crear el malentendido…”
Rubio tuvo un estrecho colaborador muy significativo, el representante por el municipio floridano de Hialeah, Ralph Arza.
Tan racista que su jefe se vio forzado sacarlo transitoriamente de escena por los ardientes comentarios de ese tipo que hizo contra un funcionario escolar de Miami-Dade.
Este resultó un caso de racismo tan sonado, que legisladores negros del territorio amenazaron con boicotear la ceremonia donde Marco Rubio sería investido como presidente de la Cámara de Representantes de la Florida.
He ahí en paños menores la política estadounidense, un elegante pillo como este anuncia su intención de ser candidato a jefe de la Casa Blanca.
Gracias al cielo, como diría un creyente religioso, sin las más sólidas credenciales para triunfar en su
empeño.
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