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lunes, 9 de junio de 2014
EE.UU. cada vez más solo en su intento de aislar a Cuba
La reciente 44 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada en Asunción, la capital paraguaya, demostró que Estados Unidos está cada vez más solo en su política de aislar a Cuba del resto del mundo, algo que viene intentando desde enero de 1959
Autor: Sergio Alejandro Gómez | internet@granma.cu
Aunque el tema no aparecía en la agenda oficial, el debate sobre la participación de la Mayor de las Antillas en la próxima Cumbre de las Américas —que se llevará a cabo en Panamá el próximo año— centró buena parte del evento, que se extendió entre el 3 y el 5 de junio pasado.
En realidad, no es este un asunto que se decida en el seno de la OEA, sino que es una decisión soberana del país que organice la cita. Es visible que nuestros hermanos de la región no están dispuestos a convivir otros cincuenta años con la injusticia y no han desperdiciado la oportunidad de hacerlo saber. Con sólidos argumentos, las naciones de la región reiteraron que no se podía aceptar un nuevo encuentro sin la asistencia cubana.
Algunos se sorprendieron de la fuerza que tomó el asunto, pero lo cierto es que las señales eran evidentes y estaban ahí desde mucho antes.
La asistencia de Cuba a estos eventos que reúnen cada tres años a las Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno del continente, es un reclamo histórico de la comunidad latinoamericana y caribeña desde que se celebró la primera cita en Miami en 1994.
Tanto en la V Cumbre realizada en 2009, en Puerto España, Trinidad y Tobago, como en la VI en Cartagena, Colombia, en 2012, se dejó bien claro que dejar fuera a Cuba era un error histórico que debía enmendarse cuanto antes.
Además, los mecanismos de integración regional que cobran cada vez más protagonismo en la región también habían sentado posiciones.
El VIII Consejo Político del ALBA-TCP introdujo en Caracas, en febrero de 2012, el concepto de que la participación de Cuba es “un derecho que no puede ser conculcado o sometido a condicionamientos violatorios de su soberanía”.
En septiembre de 2013, en la IV reunión ministerial CARICOM-CUBA, celebrada en Saint George, Granada, los países de la comunidad del Caribe coincidieron en que dicha asistencia se debía dar sin “condicionamientos de ninguna índole” y en “un plano de igualdad soberana”.
El Consejo de Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores de la UNASUR, reunidos en mayo de 2014 en Puerto Ayora, en las Islas Galápagos ecuatorianas, emitió una declaración similar.
Entonces, la sensación de extrañeza solo puede provenir de aquellos que ignoraron la unanimidad expresada en la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) respecto a la plena integración de Cuba a la región y a la comunidad internacional, contra el bloqueo y otras exclusiones unilaterales.
SI CUBA ES EXCLUIDA, AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE TAMBIÉN
El tema salió desde el mismo comienzo de la 44 Asamblea. Nicaragua inició la ronda de intervenciones con un llamado de atención de su representante, Dennis Moncada. El diplomático recordó que era “imposible celebrar otra Cumbre de las Américas sin la presencia cubana”, como ya se había dicho en Cartagena.
A lo largo de los tres días de reunión, se sucedieron intervenciones de cerca de una veintena de países en apoyo a Cuba. Roy Chaderton, embajador permanente de Venezuela ante la OEA, insistió en acabar con las “precondiciones y vetos” a Cuba.
Aunque la delegación de San Vicente y las Granadinas ratificó la firme posición de todo el CARICOM, a cuyo nombre habló, el canciller de Santa Lucía, Alva Baptiste aprovechó la oportunidad para destacar los logros de Cuba en la salud y la educación como evidentes derechos humanos, y resaltar que hasta el pueblo norteamericano, mayoritariamente, quiere un cambio en la política de Washington hacia la Isla.
La posición de rechazo frontal a la exclusión, unida a la advertencia de ausentarse de la VII Cumbre si nuestro país no es invitado, fue liderada una vez más por Ecuador, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. A este grupo se unió la Argentina, cuyo canciller Héctor Timerman resumió la situación de la siguiente manera: “Si Cuba es excluida, también nos consideraremos excluidos”.
“A la historia de nuestros pueblos les quedan pocas páginas ignominiosas para dar vuelta, y esta es una de ellas”, expresó por su parte el canciller uruguayo, Luis Almagro, en nombre de otro de los países que ya han advertido que no convivirán con una nueva ausencia de Cuba en la cita de Panamá.
El propio secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, reconoció al concluir el evento que una gran mayoría de países sostuvieron la necesidad de que después de 20 años de Cumbres de las Américas todos los países asistieran. “Si hablamos de inclusión, no podemos excluir a nadie. Tienen que estar todos los países de esta región y el Caribe”.
DEFENDER LO INDEFENDIBLE
Así de solas tuvieron que mantener sus indefendibles criterios las representantes de Estados Unidos, tanto la subsecretaria de Estado para administración y recursos, Heaffer Higginbottom, como la enviada permanente de Washington en la OEA, Carmen Lomellín, quienes solo lograron un “breve y tibio” respaldo canadiense, según los asistentes al evento.
Ambas diplomáticas solo atinaron a repetir el estribillo de que les gustaría ver una “Cuba democrática” antes de aceptar su presencia en una Cumbre de las Américas.
Seguramente sin saberlo, Lomellín y Higginbottom estaban respondiendo una pregunta que había lanzado 52 años antes el Comandante en Jefe Fidel Castro en el discurso de la Segunda Declaración de La Habana
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“¿Hasta cuándo tendrán la desvergüenza y el cinismo de hablar de democracia?”, dijo Fidel.
“Si democracia quiere decir pueblo, si democracia quiere decir gobierno del pueblo, entonces, ¿qué es esto?”, añadió frente a los cientos de miles de personas reunidos en la Plaza de la Revolución de La Habana en Asamblea General del pueblo de Cuba, ante las decisiones de la OEA en su reunión de Punta del Este, Uruguay, donde se acordó, por presiones de Estados Unidos, la expulsión de Cuba del organismo.
Fidel aseguró entonces que siempre íbamos a tener con nosotros “la solidaridad de todos los pueblos liberados del mundo” y “de todos los hombres y mujeres dignos del mundo”. Y aclaró también que quien había hablado en Punta del Este en 1962 era la voz de las oligarquías y no de los pueblos.
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