Los gobiernos de Cuba y Brasil han anunciado un importante y novedoso acuerdo bilateral, que rompe con el esquema comercial tradicional (1).
Brasil, que ya financia la mayor obra de infraestructura de los últimos años en Cuba, la ampliación del puerto de Mariel, ahora otorgará un nuevo crédito de 176 millones de dólares para la modernización de cinco aeropuertos de la Isla. Por su lado, Cuba enviará cerca de 6.000 médicos a zonas carentes de atención de salud de Brasil.
La introducción de los servicios médicos a gran escala en el esquema de intercambio entre dos países es algo sin duda novedoso, y un elemento que define la política de colaboración de Cuba de los últimos años.
Recordemos que Venezuela y Cuba ya aplican desde hace tiempo una cooperación de esta naturaleza, por la cual comparten sus fortalezas respectivas: Cuba apoya a Venezuela con servicios profesionales de salud, educación, cultura, deporte o agricultura urbana, y Venezuela suministra una parte del petróleo que consume la Isla (2).
Esta fórmula, alejada de las reglas de mercado tradicionales, da un valor económico estratégico al principal logro de la Revolución cubana: la formación de miles de profesionales altamente preparados.
Algo que es visto con muy malos ojos por los adversarios políticos de Cuba y por los medios de comunicación que controlan.
Grandes medios de prensa, más que informar sobre estos acuerdos Cuba-Brasil o sobre el envío de los 6.000 médicos cubanos, han preferido convertir en noticia la airada protesta del lobby médico brasileño, representado por el Consejo Federal de Medicina (3).
Este organismo repitía –en decenas de medios de todo el mundo- los mismos ataques de corte corporativista que en su día hicieran contra los profesionales cubanos los colegios médicos de países como Honduras, Venezuela o Bolivia (4).
A pesar de que este acuerdo sanitario cuenta con el apoyo y aval de la Organización Panamericana de la Salud (5), una entidad de Naciones Unidas, el citado colectivo médico ponía en duda no solo la “calidad técnica” del cuerpo médico cubano, sino incluso su “calidad ética” (6).
Pero los ataques más furibundos procedían, por supuesto, de los medios de Miami, altavoz en exclusiva de médicos contrarios a la Revolución.
Darsi Ferrer, supuesto “médico disidente” expulsado de la profesión en la Isla, consideraba el acuerdo Cuba-Brasil una “operación desesperada del castrismo” para conseguir dinero, y hacía un relato dantesco de las supuestas carencias del sistema sanitario de la Isla, no atendidas -precisamente- por enviar médicos a otros países (7).
Pero hay algunos datos interesantes sobre los que estos medios –por supuesto- no informan. Por ejemplo, que Cuba, con muchos menos recursos naturales y bloqueada por EEUU, la mayor economía del mundo, tiene -en relación a su población- 3,7 veces más médicos que Brasil, según datos del Banco Mundial (8).
Además, Brasil tiene una distribución muy desigual de médicos, y son precisamente las zonas más desatendidas las que cubrirá ahora el contingente cubano (9).
La exportación a escala de servicios profesionales de Cuba es algo novedoso y relativamente reciente. Es conocido que la Isla envía brigadas médicas solidarias a decenas de países de menor desarrollo económico, en este caso de manera gratuita (10).
Pero en algunos países con mayor potencial, estos servicios sí se integran en el marco de acuerdos económicos globales.
Es el caso de los convenios con Sudáfrica (11), Venezuela o, ahora, Brasil.
La prestación de estos servicios médicos sirve para que Cuba pueda financiar inversiones y programas sociales en la Isla, incluido el presupuesto del Ministerio de Salud.
En resumen, el principal logro y fortaleza de la Revolución está sirviendo a Cuba para romper su anterior aislamiento internacional, para generar ingresos que contribuyen a su desarrollo económico y social y, además, para burlar el bloqueo de EEUU.
Razones suficientes para generar nuevas campañas mediáticas.
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