miércoles, 3 de abril de 2013

En el andén de la vida.

En el andén de la vida.
 Por: ¿….?

Cuando aquélla tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.
La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.

Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera. Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó cómo aquél muchacho, sin decir una palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría, y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejaría pasar aquélla situación o hacer de cuenta que nada había pasado, así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta el joven, tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta, y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.. El diálogo de miradas  y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente…la señora se dio cuenta de que el paquete solo quedaba la última galleta...”No podrá ser tan caradura “, pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad  la partió  exactamente por la mitad., así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco..! Gracias ¡.., dijo la mujer tomando con rudeza aquélla mitad..

“De nada “, contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida.

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó:! Qué insolente, qué mal educado, que será de nuestro mundo! Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquélla situación le habría provocado. Abrió  su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida, cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galleta intacto.

Cuántas veces nuestros prejuicios, hacen valorar erróneamente a las personas, cuántas veces la desconfianza ya instalada en nosotros hace que juzguemos injustamente perdiendo la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones.

Cuenta tu jardín por las flores, no por las hojas caídas.

Cuenta tus días por las horas doradas y olvida las penas habidas.

Cuenta tus noches por estrellas no por sombras.

Cuenta tu vida por sonrisas, no por lágrimas

…Y para tu gozo en esta vida, cuenta tu edad por amigos, no por años.




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