martes, 21 de abril de 2009

Cueva de Bellamar: Un paraíso bajo tierra.


Por: José Miguel Vázquez.

La Cueva de Bellamar es mundialmente conocida. Cientos de miles de personas, la han visitado, y apreciado sus extraordinarias bellezas naturales.
Su primer explorador fue Manuel Santos Parga, cuando esta fue hallada casualmente por un trabajador chino el 17 de abril de 1861, cuando extraía cantos para la construcción del Teatro Sauto.
En su honor fue develada una tarja conmemorativa, en cuya inscripción reza la denominación del Colón de Bellamar, pues Santos Parga no se limitó a administrar el sitio y convertirlo en un centro turístico, sino que se lanzó a explorar sus galerías, en una de las cuales se perdió y su rescate es el primero que aparece registrado en América Latina.
El Presidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba e Historiador de la ciudad de Matanzas, Ercilio Vento Canosa, reconoció la visión que tuvo el propietario de los terrenos al abrir al público lo que es hoy en centro turístico más antiguo de Cuba.
El aniversario del descubrimiento de la Cueva de Bellamar coincidió con el Día internacional de los Monumentos, motivo por el cual la Dirección Provincial de Patrimonio reconoció a varias personalidades vinculadas con la preservación de sitios históricos y lanzó el Catálogo Matancero de Monumentos, el cual comprende 33 lugares de la provincia recogidos con esa categoría.
La Cueva de Bellamar se encuentran en la costa norte de Cuba, a unos cinco kilómetros del centro de la ciudad de Matanzas. Adaptada para el turismo desde casi su descubrimiento, el visitante en su interior puede apreciar el efecto del tiempo en sus bellas estalactitas, estalagmitas y otras formaciones.
Las galerías y pasadizos de estas cuevas comenzaron a formarse hace unos 30 millones de años. Originalmente la planicie en la cual están las cuevas se encontraban bajo el mar, era parte de la bahía de Matanzas. A lo largo de la llamada Falla de Bellamar el agua subterránea, en combinación con el carbón dióxido, fue disolviendo la roca calcárea y de esta forma creando cámaras subterráneas en el subsuelo; bajo el fondo del mar. Mientras que estas cavernas permanecieron bajo el nivel del mar se encontraban llenas de agua. Entonces, a consecuencias tectónicas (movimientos en las capas terrestres), esta zona se elevó; formando las terrazas marinas que se notan en los terrenos en la ciudad de Matanzas y sus alrededores.
Eventualmente las cavernas se fueron secando; desaguándose aun cavidades que están a gran profundidad bajo el nivel del mar. Después comenzaron las filtraciones por entre las rocas sobre el techo de las cuevas. Estas filtraciones de agua con carbonato de cal disuelto fueron dejando residuos donde goteaban, formándose las estalactitas que cuelgan del techo y las estalagmitas en el suelo. Las estalactitas al principio son cilíndricas, según su tamaño aumenta toman la forma cónica. Las estalagmitas usualmente son cónicas o aplanadas, como derretidas. Las estalactitas crecen y las estalagmitas también, formándose columnas cuando las dos se unen. En ciertos casos varias estalactitas están relativamente cercas, y según sus proporciones aumentan se van uniendo, dando lugar a las formaciones llamadas matos. Otras veces corren próximas a la pared, y esas son las cascadas. En la Cueva de Bellamar se ven todas estas formaciones y aun más interesante es que a pesar que ya tienen sus añitos, en términos de cuevas son relativamente jóvenes; lo cual en leguaje común quiere decir que aun estas formaciones se están originando y las ya conocidas, creciendo.
Pero esto se pone mejor. Lo muy interesante de la Cueva de Bellamar es que en ellas también hay formaciones cristalinas de aspecto transparente y brilloso. Estas formaciones no se originan de la misma manera que las estalactitas y otras estructuras mencionadas. Estos cristales tienen su origen en geodas llenas de agua. Aun más interesante es que en ciertas cavidades de las cuevas las formaciones sedimentarias son cubiertas por una capa cristalina. Lo cual indica que después de haberse secado, estas cámaras volvieron a inundarse totalmente, o al menos parcialmente. A los efectos del visitante, estas presentan una belleza poco común en el mundo de las cavernas ya que muchas de las formaciones son resplandecientes debido a la capa cristalina que las cubre.
La entrada a la Cueva de Bellamar es por la cavidad llamada Salón Gótico. Es una cámara de forma cuadricular y mide unos 80 metros de largo por unos 25 metros de ancho. En este salón se le han dado nombre a algunas de las formaciones; entre otras se encuentra El Huerto de las Zanahorias, La Capilla de los Doce Apóstoles, Doña Mamerta y tal vez el más famoso sea el Manto de Colón. Pero las Cuevas de Bellamar no son sólo este salón, la cavidad se extiende hacia el este y el oeste logrando una longitud que sobrepasa los tres kilómetros de largo; y se estima que sea mucho más grande y con cámaras aun totalmente inundadas. También hay al menos otra cavidad casi paralela al norte. Otras de las cavidades son la Galería de los Dos Lagos, el Salón de las Esponjas, la Galería de los Enanos y la Galería de los Megalocnus al este del Salón Gótico. En la otra dirección se encuentran el pasadizo de Hatuey, Salón de las Damas, Lago de las Dalias y el Baño de la Americana (antes de la Inglesa).
Estas cuevas fueron descubiertas por casualidad. En febrero de 1861 un esclavo perdió su barreta al abrir un hueco en el suelo tratando de remover una roca de cal. Aparentemente el esclavo, y aun del mayoral, se imaginaron que la tierra se había tragado la barreta porque aquello causo espanto. Don Manuel Santos Parga, el dueño de la finca donde se encontraba la cantera de estas rocas que eran llevadas a un horno de cal que también estaba en esa localidad, pido explicaciones y al cabo de dos meses al no recibir respuestas se dirigió al lugar de los hechos. José V. Betancourt, quien narró lo sucedido en 1863, nos dice: “Es el caso que como Parga viese que el mayoral no obedecía sus órdenes ya corridos dos meses, un día se fue él con la gente (el mayoral y los esclavos) al punto en que había desaparecido aquella (la barreta) ordenando se trabajase allí; y apenas se había abierto un espacio de poco más de una vara, salió por el agujero practicado una gran corriente de aire repugnante de olor; caliente y como humoso; no retrajo a Parga eso, sino antes por el contrario, continuando el trabajo pudo convencerse de que aquello era la entrada de una cueva y con arrojo que rayaba en temeridad siguió ensanchando la abertura y después aventuró un descenso empleando una escala que fue preciso alargar y en llegando a lo que pareció el suelo se encontró envuelto en tinieblas. Mas como él fuese gran práctico en punto a minas, no se arredró y se propuso explorar la caverna, dominado sin embargo por la idea de que allí había algo: era Colón entreviendo el nuevo Mundo...”
Este señor Parga, como menciona el relato, era entendido en cosas de minas y cuevas. De inmediato se dio cuenta de lo que el descubrimiento significaba y comenzó a preparar la cueva para que los visitantes pudieran disfrutarla. Se sacaron muchas piedras; se hicieron escaleras de mampostería que aun están en uso; a las escaleras le instaló pasamanos; y tan pronto fue una realidad, instaló luz eléctrica. Entonces él o uno de los guías bajo su empleo llevaban a los turistas por los pasadizos de la cueva mientras con lujo de detalles explicaban lo que estaban viendo. Recuerde que en ese tiempo Varadero aun era una playa de mosquitos y salinas. También las ciudades tenían mucho menos habitantes y Henry Ford estaba por inventar la línea de ensamblaje, no habían automóviles. Aun así, en los dos primeros años que Parga abrió su cueva al público, más de dos mil personas la visitaron. En aquellos tiempos, un éxito rotundo tanto turístico como científico. Un éxito que ya tiene más de ciento cuarenta años y aun se sigue haciendo tal y como el señor Parga lo hacía.
Originalmente se le llamó La Cueva de Parga, que como ya sabemos era el dueño de la finca donde se descubrió la cueva, el primero en explorarlas y el primero en enseñárselas al mundo. Por cierto, de acuerdo a los científicos es una sola cueva con varios salones, pero como la costumbre la trata en plural, así la presentamos. Poco después se le cambió el nombre a La Cueva de Bellamar debido a su proximidad a la playa de Bellamar, al oeste de la ciudad de Matanzas y en la costa de la bahía, donde en aquel tiempo se había comenzado a edificar unas casas de verano.
Como ya mencionamos, las secciones que se han explorado tienen una longitud total de 3,225 metros (poco más de tres kilómetros). Son varias galerías que corren paralelas y a varios niveles. En total tienen un largo de unos veinte kilómetros, lo cual es considerable pero no asombroso en el mundo subterráneo; la Cueva Mammoth en Kentucky, Estados Unidos, logran cerca de 580 kilómetros. Claro, se estima que en las Cuevas de Bellamar aun hay mucho más por conocer y la Cueva Mammoth es una de las más exploradas en el mundo. La que presentamos aquí tampoco es la única con formaciones cristalinas. La Jewel Cave en las Black Hills de South Dakota, Estados Unidos, tiene formaciones cristalinas mucho más asombrantes, pero eso no le quita la gracia a las de Bellamar, que de por sí son una belleza.
Algunas secciones están a cincuenta metros bajo el nivel del mar. Tenemos entendido que a los turistas no se les permite ir tan profundo; más bien como hasta la mitad de esta profundidad. El aire es respirable, al menos donde se le permitía llegar al visitante. La temperatura es relativamente estable todo el año, manteniéndose a unos 80ºF (26ºC).

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