Discurso
del ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez
Parrilla, en la presentación del proyecto de Resolución : "Necesidad de
poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los
Estados Unidos de América contra Cuba" Nueva York, 23 de junio de 2021.
Excelentísimo Señor Presidente:
Excelentísimos Señores Representantes Permanentes:
Señores Delegados:
En el año 2020, Cuba, como el resto del mundo, tuvo que enfrentar los
desafíos extraordinarios de la pandemia de Covid-19. El gobierno de los
Estados Unidos asumió el virus como aliado en su despiadada guerra no
convencional; recrudeció, de manera deliberada y oportunista, el bloqueo
económico, comercial y financiero; y provocó al país pérdidas por
alrededor de 5 mil millones de dólares.
El Presidente Donald Trump, aplicó 243 medidas coercitivas
unilaterales para restringir el arribo de viajeros estadounidenses y
perjudicar terceros mercados turísticos; adoptó medidas propias de
tiempo de guerra para privarnos de suministros de combustible; persiguió
los servicios de salud que prestamos en numerosos países; incrementó el
acoso a las transacciones comerciales y financieras en otros mercados, y
se propuso amedrentar, con la aplicación del título III de la Ley
Helms-Burton, a inversionistas y entidades comerciales extranjeras.
También impidió el flujo regular e institucional de las remesas a las
familias cubanas, asestó duros golpes al sector cuentapropista o
privado y obstaculizó los vínculos con los cubanos residentes en Estados
Unidos y la reunificación familiar.
Todas estas medidas se mantienen hoy vigentes y en completa
aplicación práctica y, paradójicamente, van conformando la conducta del
actual gobierno estadounidense, justamente en los meses en que Cuba ha
experimentado el mayor incremento de infectados, el número más alto de
fallecidos y un efecto económico superior de la Covid-19.
La plataforma de campaña del Partido Demócrata prometía a los electores
revertir rápidamente las acciones tomadas por el gobierno de Donald
Trump, en particular la eliminación de las restricciones a los viajes a
Cuba, las remesas y el cumplimiento de los acuerdos migratorios
bilaterales, incluyendo los visados.
Está demostrado que una amplia mayoría de los estadounidenses apoya
el levantamiento del bloqueo y su libertad de viajar a la isla y que los
cubanos que viven en este país desean relaciones normales y bienestar
para sus familias.
Algunos culpan de esta perniciosa inercia a las ambiciones
electorales asociadas a la Florida o a los equilibrios, nada
transparentes, de las élites políticas y legislativas en Washington.
¿Qué pensarán de lo que ocurre quienes votaron por el Presidente Joseph Biden?
Señor Presidente:
El daño humano del bloqueo es incalculable. La vida de ninguna
familia cubana escapa de los efectos de esta inhumana política. Nadie
podría afirmar honestamente que no tiene un impacto real en la
población.
En el ámbito de la salud, persiste la imposibilidad de acceder a
equipos, tecnologías, dispositivos, tratamientos y fármacos idóneos que
se nos impide adquirir de compañías estadounidenses y han de conseguirse
a precios exorbitantes, con intermediarios o sustituirse con genéricos
de menor eficacia, incluso para los recién nacidos y niños enfermos.
Pero ahora, el golpe artero a nuestras finanzas y los gastos
asociados a la covid-19, en el orden de los 2 mil millones de pesos y
los 300 millones de dólares, provocan además la falta o inestabilidad de
medicamentos de uso hospitalario que representan la diferencia entre la
vida y la muerte, y dificultades cotidianas a las personas para
adquirir a tiempo la insulina, los antibióticos, los calmantes, los
usados para tratar la presión arterial, las alergias y otras
enfermedades crónicas.
Cuba buscó proteger a todos del virus, activó su universal y sólido
sistema de salud y contó con la abnegación, la disposición al sacrificio
y la alta calificación de su personal; movilizó al potencial científico
nacional y a su industria bio-farmacéutica de nivel mundial; y dispuso
del apoyo y el consenso manifiestos del pueblo y, en especial, de los
jóvenes y estudiantes que concurrieron como voluntarios a las zonas de
riesgo y a las pesquisas epidemiológicas.
Por eso pudimos desarrollar con rapidez protocolos nacionales
altamente eficaces, de atención a los contagiados y sospechosos de
Covid-19, crear capacidades de hospitalización para todos los
infectados; garantizar la plena sostenibilidad de los servicios de
cuidados intensivos, el aislamiento institucional de los contactos de
los enfermos, el acceso gratuito a las pruebas de PCR o Antígenos; así
como la puesta en marcha de laboratorios de biología molecular en todas
las provincias del país.
Cuando el bloqueo cruelmente impidió el suministro de ventiladores
pulmonares, Cuba desarrolló su producción nacional con prototipos
propios.
Todo este esfuerzo de la Nación ha permitido mantener,
comparativamente, una muy baja letalidad de la pandemia, en especial
entre el personal de salud, lactantes, niños y embarazadas.
Es notable que una pequeña isla bloqueada haya producido 5 candidatos
vacunales y aplicado 3 de estos, en estudios de intervención o
intervenciones sanitarias, a 2 millones 244 mil 350 cubanos con al menos
una dosis y se proponga vacunar al 70 por ciento de su población
durante este verano y al total de la misma antes de concluir el año, a
pesar de que el bloqueo está obstaculizando de forma severa el escalado
industrial de dichas producciones.
Es un resultado ilustrativo del esfuerzo de la ciencia al servicio del pueblo y de la eficacia de la función pública.
Cuando, durante la pandemia, arreció la campaña calumniosa del
gobierno de Estados Unidos contra la cooperación médica, Cuba envío 57
brigadas especializadas del “Contingente Internacional Henry Reeve” a 40
países o territorios, quienes se sumaron a los más de 28 mil
profesionales de la salud que ya en ese momento servían a 59 naciones.
El bloqueo también priva a la industria nacional del financiamiento
para importar los insumos necesarios destinados a la producción de
alimentos, que provocó la caída de la producción porcina, y de otros
bienes.
Las importaciones de alimentos desde los Estados Unidos se realizan
bajo estrictas licencias y condiciones discriminatorias y sus discretos
montos son incomparables con el enorme daño del bloqueo en las finanzas y
los efectos de su aplicación extraterritorial en terceros mercados.
Doy testimonio del sufrimiento y la ansiedad que provocan en las
familias cubanas el desabastecimiento y la inestabilidad de productos
imprescindibles y de primera necesidad, visibles en largas colas, que a
diario agobian a los cubanos en medio de la pandemia.
En el desabastecimiento de las tiendas y el aumento desmedido de los
precios, pese a esfuerzos ingentes del gobierno, impactan decisivamente
también las medidas de endurecimiento del bloqueo, en condiciones de
pandemia y de crisis económica global.
Como expresó el General de Ejército Raúl Castro el pasado 16 de
abril, y cito, “el daño que estas medidas causan al nivel de vida de la
población no es fortuito ni fruto de efectos colaterales, es
consecuencia de un propósito deliberado de castigar, en su conjunto, al
pueblo cubano”. Fin de la cita.
El bloqueo es una violación masiva, flagrante y sistemática de los
derechos humanos de todo el pueblo de Cuba que, a tenor del artículo II,
inciso C de la Convención de Ginebra de 1948, constituye un acto de
genocidio.
Señor Presidente:
Las autoridades de los Estados Unidos han tratado cínicamente de
sembrar la idea del fracaso del sistema y de la ineficacia del gobierno
cubano; de que las medidas coercitivas no afectan al pueblo ni son
realmente un factor significativo en las dificultades de la economía
nacional.
Pero, veamos los datos. Desde abril de 2019 hasta diciembre de 2020,
el bloqueo produjo daños por 9 157 millones de dólares a precios
corrientes, 436 millones mensuales como promedio. En el último
quinquenio, las pérdidas ocasionadas por este concepto, fueron
superiores a los 17 mil millones de dólares. Los daños acumulados en
seis décadas alcanzan 147 mil 853 millones de dólares, a precios
corrientes, y al valor del oro, un billón 377 mil millones.
El pasado 10 de junio, nuestro sistema bancario y financiero se vio
obligado a suspender temporalmente la aceptación de depósitos en
efectivo de dólares estadounidenses, medida imprescindible, ante los
obstáculos que provoca el bloqueo para disponer de esa moneda o darle
valor de uso. Es un paso que se quería evitar, pero que resultó
impostergable.
Se trata de una guerra económica de alcance extraterritorial, contra
un pequeño país; ya afectado en el período reciente por la recesión y la
crisis económica global provocadas por la pandemia que nos ha privado
de ingresos indispensables, como los derivados del turismo.
Como afirmó el Presidente Miguel Díaz-Canel el 19 de abril último,
cito, “nadie con un mínimo de honestidad y con datos económicos que son
de dominio público puede desconocer que ese cerco constituye el
principal obstáculo para el desarrollo del país y para avanzar en la
búsqueda de la prosperidad y el bienestar”, fin de la cita.
¿Qué ocurriría, pregunto, a otras economías, incluso de países ricos,
si se los sometiera a condiciones similares? ¿Cuáles serían los efectos
sociales o políticos?
Señor Presidente:
El bloqueo es un acto políticamente motivado, perfectamente descrito
en el infame memorando del subsecretario de Estado Léster Mallory, del 6
de abril de 1960, que cito:
“Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para
debilitar la vida económica (…) negándole a Cuba dinero y suministros
con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo
de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. Fin
de la cita.
Lo complementa, maliciosamente, una intensa campaña de injerencia
política en los asuntos internos, con programas de subversión a los que
el gobierno de los Estados Unidos dedica cada año decenas de millones de
dólares del presupuesto federal y sumas adicionales de fondos
encubiertos. El propósito es producir inestabilidad política y social
en el contexto de las dificultades económicas que el propio gobierno de
los Estados Unidos causa.
Calculan que si someten a la población cubana a penurias y promueven
a líderes artificiales que inciten al desorden y la inestabilidad;
podrían generar en las redes digitales un movimiento político virtual
para llevarlo luego al mundo real.
Emplean cuantiosos recursos, laboratorios sociales, herramientas de
alta tecnología, en una desenfrenada campaña dirigida a desacreditar a
Cuba, mediante el uso impúdico de la mentira y la manipulación de datos.
Desatan un renovado macartismo, intolerancia ideológica y el ataque
brutal contra quienes defienden la verdad.
Algunos sueñan con provocar el caos social, el desorden, la violencia
y la muerte. No es extraño, porque se trata de un arma política ya
utilizada contra otros países, con consecuencias desastrosas.
Unos pocos deliran con provocar un flujo migratorio irregular y
descontrolado entre Cuba y los Estados Unidos. Se trata de una apuesta
peligrosa, sobre la que hemos alertado al gobierno estadounidense, quien
tiene la obligación legal y moral de honrar los acuerdos migratorios,
en particular en materia de visados. Es un tema sensible que cuesta
vidas.
Señor Presidente:
Los Estados aquí representados son víctimas del impacto
extraterritorial del bloqueo que lesiona su soberanía, infringe sus
legislaciones nacionales, los somete a decisiones de cortes de justicia
estadounidenses y daña los intereses de sus compañías que deseen
relacionarse con ambos países, todo ello en violación del Derecho
Internacional.
No es legal ni ético que el gobierno de una potencia someta a una
nación pequeña, por décadas, a una guerra económica incesante en aras de
imponerle un sistema político ajeno y un gobierno diseñado por ella. Es
inaceptable privar a un pueblo entero del derecho a la paz, al
desarrollo, al bienestar y al progreso humano.
No es permisible, es inaceptable, que el gobierno de Estados Unidos
ignore por 28 años las sucesivas resoluciones de esta democrática y
representativa Asamblea General de las Naciones Unidas.
En septiembre del año 2000, el Comandante en Jefe Fidel Castro señaló
en este podio, cito: “hay que acabar de plantear con toda firmeza que
el principio de la soberanía no puede ser sacrificado en aras de un
orden explotador e injusto en el que, apoyada en el poder y su fuerza,
una superpotencia hegemónica pretenda decidirlo todo”. Fin de la cita.
El reclamo de Cuba es que nos dejen en paz, es vivir sin bloqueo, que
cese la persecución de nuestros lazos comerciales y financieros con el
resto del mundo.
Demandamos que se ponga fin a la manipulación, la discriminación y
cesen los obstáculos a los vínculos de los cubanos que viven en los
Estados Unidos con sus familiares en Cuba y con el país que los vio
nacer. Reconocemos el esfuerzo de los que, en este momento difícil, han
persistido en la comunicación y el apoyo a sus familias en la isla
frente al odio y la persecución política.
Muchos alegan pragmáticamente, incluso dentro del gobierno
estadounidense, que se debe poner fin al bloqueo porque es una política
anacrónica e ineficaz, que no ha logrado ni logrará su objetivo, y ha
terminado por desacreditar y aislar a los propios Estados Unidos.
Es inaceptable también manipular la lucha contra el terrorismo con fines políticos y electorales.
En enero de este año, 9 días antes de la toma de posesión del actual
gobierno, la administración del Presidente Trump incluyó a Cuba en una
lista arbitraria y unilateral de Estados que supuestamente patrocinan el
terrorismo internacional que, sin embargo, tiene efectos importantes en
el sistema financiero mundial.
Nadie puede sostener con honestidad que Cuba sea un país patrocinador
del terrorismo, nadie!. Revelaciones recientes dejaron en ridículo el
último de los pretextos.
Aun así, el pasado 14 de mayo, el Departamento de Estado volvió a
calificar a Cuba, igual que lo había hecho en 2020, durante el gobierno
anterior; como un país que no coopera lo suficiente con los esfuerzos
antiterroristas de los Estados Unidos.
Cuba ha sido víctima de acciones terroristas organizadas, financiadas
y ejecutadas por el gobierno estadounidense o desde territorio de este
país, que han costado la vida a 3 478 cubanos y discapacidades a 2 099.
Hay evidencia más que suficiente de los intentos de cooperación y
también de actos de cooperación efectiva en años recientes entre las
agencias de ambos países.
Nuestra posición sobre el terrorismo es sabida, es de condena
absoluta a esa práctica cualquiera que sea su forma y sus
manifestaciones.
Señor Presidente:
Por decisión soberana y para el bien de toda la Nación, Cuba lleva
años de esfuerzo sostenido en la actualización de su modelo y del Estado
socialista, de derecho y justicia social; con el respaldo de una muy
amplia mayoría de los ciudadanos en referendo libre, directo y
universal.
Se trata de una tarea audaz y altamente compleja en cualquier
circunstancia, que se hace mucho más difícil frente a la persistente
hostilidad del imperialismo estadounidense que, en ningún caso, nos va a
detener ni a doblegar la voluntad de las actuales y futuras
generaciones de cubanos.
Agradezco profundamente las ayudas solidarias de nuestros
compatriotas y de los amigos de Cuba en diversas latitudes, que tanto
apreciamos, incluidas las que, con mucho esfuerzo ante la oposición de
su gobierno, han podido llegar desde este país.
Nos alienta contar con el respaldo de miles de personas que en todo
el mundo se han congregado para reclamar al gobierno estadounidense que
ponga fin al bloqueo. Entre sus protagonistas están numerosos cubanos,
que enaltecen la bandera de la estrella solitaria incluso aquí.
En nombre de mi país, de su digno y generoso pueblo que resiste y
avanza de manera heroica, someto a su consideración el proyecto de
resolución A/75/L.97, “Necesidad de poner fin al bloqueo económico,
comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra
Cuba”.
¡Como el virus, el bloqueo asfixia y mata, y debe cesar!
¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!
Muchas gracias